El objetivo era llegar al conductor normal y se ha conseguido
11 junio 2025
Durante 33 años, Jesús Soria fue el director de “Tráfico y Seguridad Vial”, aunque tanto Mercedes López como Juan Manuel Menéndez formaron parte de la redacción durante muchos años, desde 1990 y 1986, respectivamente.
¿Cómo surgió la idea?
Jesús Soria. Al principio pensaban que iba a ser una revista más, en la que cada mes saldría alguien de la DGT, pero yo siempre me negué. De hecho, fue una de las condiciones que puse. Prácticamente casi nunca salió un director ni nadie de la casa. Los técnicos estaban detrás pero lo importante era lo que se estaba haciendo en el organismo. Fue José Luis Martín Palacín, director general de Tráfico en ese momento, quien tuvo la idea, aunque no sabía si era viable. Me dijo: “En el mercado hay revistas de motor, pero no hablan de seguridad vial”. Vi que eso era cierto: sólo se hablaba de accidentes en verano y Navidad y cuando pasaba algo grave. Nunca se profundizaba ni en las causas de los siniestros ni se daban pautas de conducción. Tampoco se hablaba de psicología, por ejemplo. Todo era carreteras, coches y accidentes. Cuando salió el primer número, un directivo de la casa, me dijo: “Me ha gustado la revista, pero y en las siguientes, ¿qué vas a poner?”. O sea, no confiaban en la revista porque ni en la DGT eran conscientes de la cantidad de información que podía haber ni la transcendencia que podía tener. Ahora, hay muchos técnicos y muchos estudios. Entonces no había nada y éramos nosotros quienes generábamos los contenidos. La revista era algo rupturista, que vendía contenidos de seguridad vial. Tengo que reconocer que la DGT nos ha dejado hacer siempre lo que nosotros considerábamos.
Juan Manuel Menéndez. Yo no estuve ese primer año, pero es verdad que entonces no había muchos organismos ni asociaciones dedicadas a la seguridad vial. Todo eso se ha ido creando después y lo notabas al hacer reportajes porque no había tantas fuentes ni informes que te sirvieran de base.
¿Todo eso se mantuvo después?
J.S. Ha habido directores muy, muy ultras de la revista, han sido muy defensores porque han visto su utilidad. Por ejemplo, Miguel Muñoz ha dicho alguna vez que para él la revista era una de las patas de la DGT porque su principal objetivo era abrir los ojos a muchos medios sobre las posibilidades y los contenidos relacionados con la seguridad vial. Y eso es una cosa que se ha cumplido mucho más de lo que yo pensaba. Por ejemplo, el catedrático Luis Montoro me decía: “No sabes la importancia de la revista porque vuestros reportajes salen en muchos medios regionales”. Es verdad que la revista se ha nutrido de los técnicos de la casa, pero también ha recurrido a expertos externos y eso ha sido enriquecedor porque los contenidos que preparábamos se utilizaban en charlas y en cursos.
En 2006 se cambió la cabecera.
Mercedes López. Fue con la primera época de Pere Navarro: se añadió el término ‘seguridad vial’ y ‘tráfico’ se quedó más pequeño. En realidad, la sociedad estaba cambiando y se empezó a unir el tema del tráfico con el de la seguridad vial. Ya no era solamente que los coches corrieran más o menos o que fueran mecánicamente maravillosos. Tampoco se quería contar solamente accidentes. Además, la seguridad vial llegó al Congreso y formó parte del debate político.
J.S. La revista se llamaba “Tráfico”, pero realmente era más seguridad vial. Yo puse muchas pegas al cambio porque creía que ya teníamos un nombre, pero el cambio estuvo bien enfocado.
¿Algún reportaje que os impactara?
J.S. Clarísimamente, cuando fui al Centro de Parapléjicos de Toledo. Creí que era un reportaje más, sin pensar lo que me iba a impactar. Estuve allí un día entero y, a la vuelta, no he conducido más despacio en mi vida, aunque siempre he sido bastante prudente. Pasé todo el día hablando con gente de todo tipo que había tenido un accidente. Fue muy impactante porque ninguna de esas personas había cometido una locura. Si todos los conductores pasaran por ese hospital, cambiarían el chip con la conducción porque se siguen viendo muchas locuras.
M.L. Todo lo relacionado con las víctimas y sus familias. He ido dos o tres veces al hospital de Toledo. Recuerdo a una chica con un traumatismo craneal que dependía totalmente de su padre. Todavía guardo la carta que me mandaron después del reportaje que hice. Otro día estuve con una niña que había perdido a sus padres y ella estaba en una silla de ruedas. Esa niña tenía la misma edad que mi hijo entonces y aquello para mí fue brutal. Ves cómo en un minuto te puede cambiar la vida. También me marcó mucho el primer “crash-test” que vi en el Centro Zaragoza. Fue un choque de dos coches a sólo 30 km/h. Digo “sólo”, pero los coches quedaron destrozados. El ruido me impactó muchísimo.
J.M.M. Yo tuve un accidente cuando iba de vacaciones. Estaba girando para entrar en una calle y un camión me dio por detrás. No nos pasó nada, pero el coche quedó destrozado. Me di cuenta de que lo que contábamos era real y que le sucedía a la gente. Viví en primera persona lo que publicábamos: iba en una montaña rusa y no podía hacer nada.
¿Haber pasado por la revista es como llevar un tatuaje?
J.S. Sí, tengo todavía muchas cosas relacionadas con el tráfico, practico la conducción defensiva, tanto en ciudad como en carretera. M.L. Estamos más sensibilizados. Sí, la revista es un tatuaje que llevas porque sigo viendo noticias o cuando viajo y pienso “¡esto tiene un reportaje!”.
J.M.M. Sí, también sigo pensando en posibles reportajes.
¿Y las infografías?
J.S. El tráfico es un tema muy complejo, difícil, árido y muy complicado de digerir para la gente. Por eso, había que buscar fórmulas alternativas cuidando el diseño, la maquetación y la fotografía. En el primer número, ya incluimos un mapa de las zonas congestionadas de tráfico con la operación salida, algo que no se hacía. No recuerdo bien cómo empezamos con las infografías. Comenzamos a trabajar con un gabinete que empezaba a hacer gráficos y vimos que así se explicaban mejor muchas cosas. Por ejemplo, tener un accidente a 50 km/h es como caerte desde la Torre Eiffel al suelo. Igual con la distancia de frenado o el estado de los neumáticos. Todo era muy visual y tenía mucho eco, hasta el punto de que tuvimos que poner la marca de agua porque estábamos cansados de que se utilizaran nuestras infografías sin citarnos. En realidad, uno de los objetivos de la revista era precisamente dar contenidos a otros medios, pero nos copiaban las infografías y no nos citaban.
¿Cómo fue la adaptación a los cambios tecnológicos?
J.S. Sinceramente, yo no tenía las ideas claras: venía de un periódico. Tampoco teníamos detrás un equipo de diseño que nos fuera indicando qué era lo mejor. Al principio fue muy, muy fastidiado.
J.M.M. Cuando yo llegué, se trabajaba con máquinas de escribir manuales y ya fue una innovación que hubiera papel de calco y no papel carbón. Pero llegó un momento en que nos ofrecieron los primeros ordenadores y fue un trauma. Recuerdo un compañero que guardó la máquina de escribir durante mucho tiempo porque no se fiaba de “esos chismes”. El maquetador, por ejemplo, se negó a utilizar el ordenador. Fue un salto tremendo, pero nos abrió unas posibilidades enormes y redujo mucho los tiempos de impresión. Por eso, yo siempre digo que comparar las portadas del principio con las de ahora es injusto. Las del principio era muy malas porque eran de corta y pega.
¿Ha habido reticencias en la casa?
J.S. Sí hacia nuestra forma de trabajar porque trabajábamos de forma diferente. A nosotros nos citaban a las seis de la tarde y la gente no entendía que tú tenías que ir a esa hora y no por la mañana.
M.L. El primer día cuando llegué, fui a Recursos Humanos y la persona que estaba allí me dijo: “¿Vienes a la revista?”. Le respondí que sí y ella añadió: “¿Dónde los raros esos?”. Esa fue la presentación. No teníamos horarios y salíamos mucho. No encajábamos con la forma de trabajar de los funcionarios.
¿Ha sido útil para la divulgación?
J.S. Sí, sin duda. Creo que ha sido clave para la divulgación en general y también para esta casa. Cuando comenzamos no había nada ni parecido en ningún sitio. Después, algún país intentó lanzar una publicación similar. La revista nació porque cada vez había más accidentes y la DGT quería frenarlo.
J.M.M. Sí, la prueba objetiva está en la cantidad de cosas que se han copiado de la revista.
M.L. Es enorme el prestigio que tiene fuera esta revista. Para muchos, Luis Montoro o Jesús Monclús, ambos expertos en estos temas, hablan de ella como si fuera la biblia de la seguridad vial.
¿Qué veis al mirar por el retrovisor?
J.S. Que somos muy mayores. Yo vine en 1984 y estuve un año preparando el arranque. Éramos tres personas. Ahora veo, mucho tiempo, mucho esfuerzo, mucho sacrificio, mucho trabajo, mucha creatividad. Estoy orgulloso por el eco que tenían nuestros reportajes en otros medios. Por ejemplo, fue muy llamativo el reportaje de la “Ruta del Bakalao”. Sí, coincidió con el verano, pero salió en muchos otros medios. O el del fraude en los manómetros de las gasolineras, que nos costó mucho sacar. La revista fue quien comenzó a utilizar las imágenes de los helicópteros de la DGT y hoy tienen mucho éxito. Antes, en la valoración de los coches, no se hablaba de su seguridad, sino de los aspectos mecánicos. En la revista comenzamos a hablar de la seguridad pasiva y activa y a darles una puntuación.
M.L. Mucho trabajo, mucho dar vueltas a las cosas porque los temas, al final, han evolucionado, pero no dejan de ser siempre los mismos. Son temas complicados, áridos, antipáticos para la ciudadanía, porque hablamos de leyes, normas, alcohol, drogas, accidentes, sanciones, multas, etc. Siempre es lo mismo, por lo que hay que dar muchas vueltas para que cada vez sea diferente y hacerlo con sencillez. Veo también mucha creatividad e ilusión. También momentos malos, porque los ha habido, pero también buenos. Y la satisfacción al ver el trabajo terminado, una portada, un reportaje, una infografía, una foto, etc. Ves que ha quedado bien aunque siempre piensas que se podía haber hecho mejor.
Un punto de inflexión para la revista.
M.L. Cuando llegó la pandemia. Estábamos cerrando el número 253, dedicado a las personas mayores y que se titulaba “La nueva tribu de la movilidad”. Llegó el mazazo del covid y arrasó con nuestras vidas. Con las vidas de algunas personas, desgraciadamente, de forma literal. Cambió todo. La revista se paralizó porque ese reportaje ya no tenía sentido. Entonces vimos que había que incentivar la cara de servicio público. Actualizábamos diariamente la web de la revista con las informaciones que salían de la DGT. Y la DGT, en ese momento, lo que hacía era organizar la no movilidad. Era el mundo al revés. Comenzamos a explicar los trámites que se podían hacer on line porque todas las jefaturas provinciales estaban cerradas. Por primera vez, no se hizo el suplemento de Semana Santa: no tenía ningún sentido. Dedicamos el suplemento a la pandemia, reuniendo todas las actuaciones de la DGT. Creo que fue un trabajo magnífico de apoyo a la labor de divulgación del organismo. Además, el teletrabajo fue un reto porque era algo incipiente. Sólo una persona teletrabajaba. El resto nos fuimos a casa con los medios que teníamos, el ordenador y poco más. Y sacamos todo ese trabajo adelante.
¿Cuál ha sido la clave del éxito?
J.S. Creo que ha sido trabajar siempre con rigor, además de lograr explicar de forma atractiva y atrayente algo que era muy árido, siempre sabiendo que estábamos en un organismo público. Ahí se basa el prestigio de la revista. En la barra del bar se aguanta todo. Pero el rigor es necesario cuando haces algo de cara al público. Si no hubiera sido así, la revista no habría tenido tanta repercusión, no habría servido como fuente a los investigadores, Guardia Civil, técnicos, etc. La gente se fiaba de lo que publicábamos. Por ejemplo, fuimos pioneros en editar un cuadernillo, Tráfico Chico, dedicado a los niños, muy útil para los colegios porque les daba material para plantear actividades de educación vial.
M.L. Lo que hacíamos era traducir el lenguaje técnico, muy complicado, que se utilizaba en los informes oficiales, en otro que todo el mundo entendiera. A veces se insistía en mantener ese lenguaje, pero para nosotros era primordial llegar al conductor normal porque, sino no habríamos cumplido con nuestro papel. La DGT ya tenía publicaciones para expertos e investigadores. La revista era y es otra cosa.
J.S. Para la revista también ha sido muy importante la cantidad de escritores de gran prestigio que han escrito en ella: Cela, Muñoz Molina, Almudena Grandes, Pérez Reverte, Buero Vallejo, Francisco Nieva, Julio Caro Baroja, Saramago… Una anécdota sobre Julio Caro Baroja: escribió un artículo y se perdió. Y nos escribió otro. Y hubo dos artículos que no se publicaron: uno, porque un escritor quiso colarnos uno que ya había publicado, y otro, porque un economista insistió en usar datos que no eran reales y no lo podíamos permitir. Esas colaboraciones eran difíciles de conseguir porque teníamos que contarles lo que éramos y pedirles que escribieran algo relacionado con el tráfico. Y las entrevistas igual. Contamos hasta con Carlos Sainz (padre) y Sito Pons.
J.M.M. Sí, yo fui a Barcelona a hablar con Carlos Sainz y de esa conversación salieron 12 o 14 artículos para la sección “Lecciones de un campeón”.
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