Son los reyes del coche eléctrico, pero tienen un problema de contaminación del aire que ni estos pueden solucionar
Si hablamos de coches eléctricos, sí o sí tenemos que mencionar a China como principal productor y vendedor de coches eléctricos en términos absolutos. No hay ningún otro país donde más vehículos de estas características se vendan. Sin embargo, Noruega puede presumir de batir al gigante asiático en otro sentido.
El país nórdico ha conseguido que los coches eléctricos acaparen la mayor cuota de mercado. Prácticamente todos los coches que allí se venden ahora son eléctricos: en 2024, representaron el 89 por ciento de las ventas. Para que lo veas en contexto, en China fue del 27 por ciento, en Europa la media fue del 13 por ciento y, al otro lado del charco, del 8 por ciento en Estados Unidos.
Pero volviendo a Noruega, allí se aprobó hace ya ocho años la llamada »Ley del Clima«, que apuntaba a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en hasta un 95 por ciento de aquí al 2050 respecto a los niveles de 1990, así como a lograr la neutralidad de carbono para el 2030.
Sin duda los coches eléctricos han contribuido a reducir las emisiones nocivas a la atmósfera, sobre todo las relacionadas con el CO2 y óxidos de nitrógeno fruto de la combustión. Sin embargo, los dirigentes noruegos se están encontrando con un importante problema de calidad del aire en su capital, Oslo, que ni siquiera los eléctricos pueden remediar.
Las partículas PM10, en el punto de mira
A pesar de sus políticas ecológicas y la adopción generalizada del vehículo eléctrico, que representan ya el 40 por ciento del parque automovilístico, las estaciones de monitoreo de calidad del aire en Oslo se están encontrando con niveles de contaminación preocupantes.
Las culpables son las PM10, unas partículas diminutas (de menos de 10 mm de diámetro) que son dañinas cuando están en suspensión. Para que te hagas a una idea: el pasado mes de febrero se alcanzaron niveles excesivos de estas partículas en todas las estaciones de la ciudad salvo en una; la legislación noruega lo establece en 50 mg por metro cúbico.
Además, el año pasado, una de estas estaciones detectó estos niveles durante 95 días, casi el triple del límite de 35 días que establece la UE. Es más, durante ciertas horas a comienzos de este año, se comprobó que había lecturas de contaminación por estas partículas que alcanzaban niveles similares a los de un centro industrializado en China.
Noruega y Oslo se vanaglorian, y con razón, por sus políticas medioambientales. En poco más de una década, han logrado reducir las emisiones de NOx en la capital a la mitad. Las emisiones de las partículascausadas por el desgaste de los neumáticos llevaron incluso a sus dirigentes a restringir incluso el tráfico de vehículos en ciertos tramos de carretera.
Se han eliminado zonas de circulación, se ha mejorado el transporte público, se han instaurado más peajes, las carreteras reciben una limpieza general intensiva una vez al año… todo para rebajar la contaminación en la ciudad y que ha llevado también a que la matriculación de vehículos en la ciudad se reduzca.
El coche eléctrico no lo es todo
Pero todo esto no ha sido suficiente, demostrando a todos los dirigentes algo que muchos llevan tiempo diciendo: que eliminar el vehículo de combustión no es la solución de todo. En Oslo juegan otros factores en juego de los que muchas ciudades y países deberían de tomar nota.
El clima y la topografía juegan un papel importante también. Los vehículos, aunque sean eléctricos, contaminan el aire igualmente. ¿Cómo? Con las partículas procedentes del desgaste de los neumáticos, como decíamos antes, así como del desgaste de la propia carretera. También el polvo de los frenos, mientras que los neumáticos de invierno con clavos generan más polvo debido al desgaste adicional del asfalto.
Respecto a esto último, el Ayuntamiento de Oslo aplica ciertas tasas diarias (de unos 2,80 euros al cambio como mínimo) durante la temporada de invierno. Y es que en la capital noruega también influyen el humo de las estufas de leña, la grava y la sal necesarias para mantener las carreteras seguras en invierno, así como la contaminación atmosférica que llega desde el norte de la Europa continental y la propia ubicación de la ciudad en un valle poco profundo.
Y los túneles: la ciudad tiene muchos túneles para salvar las dificultades de su topografía. Aunque se limpien con frecuencia, los vehículos que pasan por ellos recogen y dispersan la suciedad a la superficie. «Se acumula mucha suciedad, los coches la arrastran y se queda ahí», aseguran los responsables de la limpieza.
«La electrificación ha avanzado mucho en Noruega. No se ha resuelto el problema de las PM10, pero sí de los gases de escape, lo cual es un gran avance. Se necesitan otras soluciones», asegura la responsable de la calidad del aire en la que sería la «DGT noruega», Elisabeth Emilie Syse.
Fuente: Bloomberg
No Comments